¿La casa de tu vida, o la vida de tu casa?

A veces, tengo despertares muy extraños, como el de hoy, en que me asaltaban las imágenes de los pocos minutos que he visto del programa de Telecinco “La casa de tu vida”.
Debido a mis horarios, admito que no sigo el programa con la asiduidad necesaria que mi curiosidad requeriría (curiosidad sociológica, que no televisiva).


Sin embargo, suelo preguntar a diversos allegado aquello de ¿cómo van los de la casa? Y esta mañana, caí en la cuenta de que las únicas respuestas que recibo son en torno a las broncas o líos amorosos entre los diversos integrantes de la vivienda artificial.
De hecho el pasado domingo, que había un programa especial, la noticia principal era la falsa boda gay que entre una de las parejas se celebraba. El resto de imágenes se centraba en escarceos amorosos, cotilleos, y rememoráción de broncas pasadas.
Total, que del supuesto principal objetivo, o sea, la construcción de una casa de ensueño, no creo que se llegara a emitir más del 2% del tiempo total que pude ver, a saber: un señor con pinta de jefe de obra que daba la prueba de la semana como superada.
Y claro, yo me pregunto inocentemente ¿acaso la construcción de la casa no era más que una excusa para volver a introducir una serie de personas en un hábitat concreto (en parejas en esta ocasión) para ver, una vez más, lo peor de las relaciones humanas?
De ser así me parecería lamentable. Muy triste.

5 comentarios en «¿La casa de tu vida, o la vida de tu casa?»

  1. Realmente sabes la respuesta. Pero seguro que a ti, igual que a mí, te da miedo tan sólo el pensar que por cada persona a la que le dan asco estos programas, hay miles que los disfrutan… 🙁

  2. Querido MordorEye:
    No son miles, son millones. Y la cuestión es: ¿por qué lo disfrutan?
    Quiero aclarar que a mí estos programas no me dan asco, simplemente, pasada la novedad de la primera edición, no consigue atraer mi atención ver más y más de lo mismo.

  3. Si son tan malos estos programas… si aburren tanto… ¿cómo es que siguen ahi? ¿hasta qué punto es “malo” un programa cuando tiene cierta audiencia? No me malinterpreten…yo no tengo ningún interés en seguir broncas de “frikies” vía televisiva, tengo bastantes con los comportamientos incívicos que vivo todos los días como para después volver a casa y volver a experimentarlos vía televisión…
    A lo mejor, en lugar de cambiar la televisión, deberíamos empezar por cambiar el sistema en el que vivimos. Yo tengo la teoría de que nos sentimos como aquellos que fueron raptados y secuestrados durante demasiado tiempo, tanto, como para luego echar en falta al secuestrador: añorar aquello que en realidad nos estaba provocando el dolor.
    Aquellos que vivimos en grandes ciudades, ya sabemos qué es convivir en una sociedad cada vez más “deshumanizada”, tanto, que luego algunos necesitan encender la televisión para seguir con más de lo mismo, seguir torturándose… es un fenómeno difícil de entender, pero la cuestión es que algunas productoras parece que lo explotan al máximo y con buenos resultados como para repetirlo y repetirlo… y venga… otra vez… el gran hermano, el gran hermano de los famosos, el gran hermano de los famosos II, el gran hermano de los desesperados por ahorrarse 30 años de hipoteca… qué será lo próximo? ¿el gran hermano: consigue un empleo y contrato indefinido!!?
    Besos
    Qu

  4. Estos programas tienen tanto tirón por una razón muy simple, es la sensación de superioridad y poder que se siente al observar a otros seres humanos totalmente liberados de nuestro cuerpo.
    En la vida real, tenemos que lidiar con muchas situaciones idénticas a las de estos reality shows, pero atados a un pasado, a un personalidad que nos han hecho tener, a unos prejuicios, a que es lo que esperan los demás que hagamos o como esperan los demás que reaccionemos, a una apariencia física (cada día más importante en nuestra sociedad), y un sin fin de cosas más. Viendo estos reality shows uno ve las mismas situaciones desde una perspectiva casi divina, de una manera incorpórea, y con el único, pero gran poder, de poder eliminar a una persona de ese microcosmos, las productoras tratan de situarnos en un verdadero “monte olimpo”, para los concursantes, las razones del público se antojan tan absurdas como las de un antiguo dios, el único poder posible por parte del espectador es echar a alguien, y los criterios para echar a alguien han sido de una sutileza tal que hemos podido comprobar como cambiando el contexto, con casi las mismas situaciones se ha castigado una cosa o la contraria, se ha echado por ser promiscua/o y por no serlo, por ser sincero/a y por no serlo, por ser autocompasivo y quejita y por no serlo, por ser débil y por ser fuerte.
    En la sorpresa ante las decisiones del público encontramos reflejada nuestras dudas morales acerca del éxito que alguien puede tener en la vida, y es que, a la hora de valorarnos, nunca lo hacemos desde fuera de nosotros, ¿Quién de nosotros no le gustaría que a sus manos llegase al final del día un video tomado a 8 metros de uno mismo con 15 minutos a elegir (sin la consiguiente perdida de intimidad que esto supondría)? O lo que es lo mismo, poder juzgar de manera objetiva si en la discusión con tu hermana de esta mañana verdaderamente tu hermana obró mal o fuiste tu.

  5. Bajo el disfraz de reality show o programa del corazón se le da al pueblo su dosis de circo. Gladiadores concursantes/personajes y leones periodistas calman la sed de este tipo de espectáculos.

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