Hace pocos días conocimos la noticia de la gran operación contra la pedofilia que había acabado con la detención de un montón de personas.
No falta quién en estos casos arremete contra el mensajero (nunca mejor dicho) y se dedica a despotricar de la maldad de Internet y de cuán necesaria es su regulación. Pero claro, siempre estaremos aquí para responder a esas torpes mentes, que igual de perverso es, por ejemplo, el servicio tradicional de correos a través del cual también se distribuye pornografía de todo tipo y a nadie se le ocurre decir que hay que regularlo y permitir el acceso a los contenidos en pro de una defensa de la legalidad.
Y esto también viene a cuento por el estudio publicado hace pocos días en Internet, cuyo objetivo era intentar averiguar qué imagen de Internet se da a los españoles a través de las informaciones aparecidas en las principales cadenas de radio y TV.
Todo este preámbulo viene porque siempre me ha llamado la atención cómo las nuevas tecnologías en general, e Internet en particular han ayudado a mi familia, como imagino que a tantas otras.
Soy la pequeña de siete hermanos, y todos están ya repartidos por distintas ciudades de distintos países. Hace diez o quince años la comunicación telefónica era carísima en el caso de las llamadas al extranjero. Y prácticamente se reservaban las llamadas para ocasiones especiales como cumpleaños y fechas así, porque no era cuestión de dejarse el sueldo en la factura del maldito teléfono.
El primer gran cambio lo noté con la entrada de nuevas compañías telefónicas y la competencia que ello suponía. Aparecieron los famosos bonos con los cuales por una pequeña cantidad comprabas un determinado número de minutos al mes. Ahora puedo hablar sin problema con mis hermanos y me pueden llamar para cosas tan nimias como contarme que por fin su hija ha aprobado ese examen que tanto le preocupaba, o lo mucho que se divierten viendo las galas de Operación Triunfo a través del canal internacional.
Internet fue el gran segundo cambio: con tantos hermanos, lógicamente tengo un montón de sobrinos, y no todos han podido desplazarse en los nuevos nacimientos. Pero gracias al correo electrónico todos ellos están al corriente de como crece la benjamina: mi sobrina Lara que, reconozcámoslo, es la niña más guapa del mundo 😉
También ellos me envían fotos de sus viajes, sus descubrimientos y todo lo que se les puede ocurrir. Los primos se envían correos entre ellos contándose sus cosas, sobre sus amistades, sus primeros ligues, y sus, aún pequeños, problemas. Incluso ha hecho nacer en una de mis sobrinas la afición a las cartas de papel, que le envía de vez en cuando a la abuela contándole cuánto la echa de menos.
Yo misma hoy, le he enviado una foto a una de mis hermanas mayores con los regalos que ya ha dejado un tal Santa Claus bajo el árbol, que además llevan una etiqueta bien grande con su nombre. Lo reconozco: mi único interés era hacerla rabiar un poco y que empezara a preguntarme que qué eran y esas tonterías. Pero lo cierto es que el mensaje de fondo es muy distinto. Lo que realmente le estoy diciendo es: “estoy muy ilusionada con que vengas en Nochebuena, y te doy las gracias por tantas horas de avión y aeropuerto para compartir esa noche (o cualquier otra) con nosotros”.
Pocas veces se habla de este lado de Internet. Y por eso yo quería hoy, a pesar de ser algo privado, contarlo aquí. Por si algunos padres me leen y sus hijos le están pidiendo la conexión a la red. Para que sepan, que son muchos los usos que se pueden hacer. Y que, con un uso responsable de este medio (y de todos los demás) es mucho el bien que puede hacer en el proceso de socialización del hijo, y, cómo no, también en el nuestro.