Hace días os hablaba en otro artículo de el esperado éxito de audidencia de “123, a leer esta vez”. Su creador, Chico Ibáñéz Serrador, anunciaba a bombo y platillo que le daba vergüenza la telebasura, y por eso había decidido volver, para intentar subir un poco el nivel cultural de la parrilla televisiva nacional, con un programa cuyo eje central iba a ser la lectura.Hasta aquí todo bien. Ibáñez Serrador tiene la experiencia y el talento necesario como para, al menos, intentarlo.
También creo recordar que os confesaba que no soy seguidora del programa y que los pocos minutos que había visto me resultaban un tanto rancios al repetir idéntica fórmula que en temporadas de hace décadas.
Pero he aquí que el otro día, en pleno ejercicio de zapping me topo con el consabido programa, su acartonado presentador (he de decir que conocí a Roderas en Zaragoza y me resultó un chico encantador e ingenioso, y no el madelman tentetieso que vemos en la primera), y unas azafatas cuyo atuendo era sujetador, tanga y una malla transparente por encima, al más puro estilo cutre-vedette.
Profunda decepción. ¿Tan pronto se ha rendido Chicho? ¿La cruel cuota de audiencia le obliga a mostrar carne a diestro y siniestro? ¿No se le ha ocurrido que con tanto metrosexual emergente podría también desnudar al presentador?
Me corroe la duda de saber si las azafatas llevan así desde el primer programa o su vestuario ha ido menguando en proporción directa con la audiencia del programa.
Se agradecería la aclaración por parte de algún lector.