Esta semana, Telecinco ha estrenado el programa La casa de tu vida. Un reality show más que añadir a la extensa gamas que en esta bitácora ya hemos mencionado.
Este no es de los peores. Al menos parece que el premio final es bastante útil y soluciona uno de los mayores problemas a que ha de enfrentarse el ciudadano medio español cada día, como es conseguir una vivienda en propiedad.
También hay que reconocer, que debe haber una mente maquiavélica detrás a la hora de seleccionar las parejas concursantes, ya que no hay una que se parezca a otra en lo más mínimo. Pero supongo que ahí esperan que esté la salsa del asunto.
Pero al mismo tiempo, resulta especialmente llamativo, que hayan incluido los nuevos modelos de unidades familiares. Hace años la unidad familiar estaba claramente definida: un matrimonio y sus hijos, ocasionalmente con algún abuelo añadido. De hecho, hace 25 años, que hubiera un chico en clase con padres separados o divorciados, era motivo de extrañeza y solían ser casos excepcionales.
En los últimos lustros, esta situación ha cambiado notablemente, y ahora lo extraño es el viejo modelo. En la actualidad, una gran parte de los hogares son monoparentales, o conviven amigos, o compañeros de estudios, o hermanos con sus hijos, o parejas homosexuales, y así con todas las combinaciones que se nos puedan ocurrir.
Así lo han pensado los responsables de este programa que han incluido una pareja homosexual, y otra pareja de amigas que quieren irse a vivir juntas; que más vale compartir ese pedazo de casa, que vivir solo en un estudio cutre y oscuro.
Sin duda, es un gran acierto que este tipo de situaciones se reflejen en la televisión cotidiana, tal y como vienen sucediendo en la vida real, y que actitudes que antes debían permanecer ocultas en armarios o similares, encuentren su reflejo en unos medios de comunicación que en la mayoría de las ocasiones sólo muestra lo “convencional”.
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