No cabe la menor duda de que Amenábar es un cineasta excepcional. El director nuevamente se centra en los personajes sin dar apenas concesión a planos de transición o tramas secundarias que pudieran distraernos de su objetivo principal.
La fotografía, nuevamente a cargo de Javier Aguirresarobe, retrata a la perfección esa luz de Galicia que nunca llega a ser luz plena. Y todo ello acompañado de una perfecta ambientación de ese norte rural que se deja el aliento trabajando.
Las interpretaciones de todo el reparto son fascinantes. Desde un Javier Bardem en estado de gracia, pasando por una Belén Rueda que emociona, o Lola Dueñas, impresionante en su papel de Rosa. Pero sin duda, todos los actores gallegos son merecedores de un reconocimiento especial, encabezados por Mabel Rivera, en el papel de Manuela, cuñada de Ramón, quién le cuidó y atendió con amor durante años.
Sin embargo, hay que recordar que una cosa es una adaptación de una historia, y otra muy distinta contar la vida de alguien. Y ahí es donde esta historia falla. Para todos los que recordamos la lucha, la batalla legal y el sufrimiento por el que Sampedro tuvo que pasar, esta historia sabe a poco.
Es difícil condensar casi 30 años de historia en tan sólo dos horas, pero es que Amenábar tampoco lo intenta. En ese esfuerzo por resaltar el gran sentido del humor y la ironía que tenía el protagonista, apenas se vislumbra el infierno por el que tuvo que pasar hasta llegar al convencimiento de que la muerte era su única liberación. Apenas vemos un momento de crisis, de verdadero sufrimiento por parte del protagonista.
En algunas escenas de promoción, Ramón, cuando es preguntado por qué quiere morir responde algo como que su cabeza no puede arrastrar por más tiempo su cuerpo inerte. Esta frase, absolutamente definitoria de su situación, se ha caído en el montaje final, como imagino que otras muchas que nos habrían ayudado a adentrarnos más en su interior.
Toda la batalla legal que vivimos a través de los medios de comunicación no ocupan más de 6 o 7 minutos en la película. Su historia con su abogada parece más centrada en la publicación de su libro que en la defensa ante un tribunal de su petición de derecho al suicidio. Y la que nosotros conocimos como su amor, Rosa, aparece prácticamente como alguien fortuito que sólo le ayuda al final. Por el contrario, el esfuerzo, dedicación y amor que toda su familia le profesaba, si quedan perfectamente reflejados en la cinta.
El principal problema es que la pretensión de Amenábar, según él mismo ha declarado, era llevarnos al abismo de la muerte en el que Sampedro se encontraba. Sin embargo cuando empieza la narración, Sampedro ya está en ese abismo, y nosotros no tenemos la menor idea de cómo ha llegado allí.
Repito que, en mi opinión, Mar adentro es una película impecable, pero creo que Amenábar es mejor inventando historias, que adaptándolas.
Artículos relacionados:
– EL MUNDO | Suplemento Crónica 460 – «Yo no diseñé el plan que usó para irse»
– EL MUNDO | Suplemento Crónica 412 – La película de Ramón y Ramona
Europa Press: Entrevista a Ramona Maneiro