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Nuestra televisión empeora día a día. Y encima lo sabemos, qué es peor

Terminaba hace unos días la sexta edición de Gran Hermano con gran regocijo por mi parte (he de añadir), pero poco me duró esa alegría cuando me doy cuenta de que en realidad sólo quedan pocos días para que empiece la segunda edición de Gran Hermano VIP.
Además, también parece que desembarca en Antena 3 TV la edición nosécuantos de la Isla de los Famosos, y claro la pregunta es obvia… ¿acaso las televisiones privadas actuales no son capaces de ofrecer una televisión que no esté copada por los “realities shows”.
Porque claro, ya no hablamos sólo del tiempo de programación que ocupan estos espacios específicos, sino de cómo alimentan al resto de la programación de cada cadena, desde los programas matinales, pasando por los vespertinos para terminar en la madrugada, más los especiales semanales…
Pero, ironías de la vida, hoy leo en Periodista Digital que Tres de cada cuatro espectadores creen que la programación de las programaciones está empeorando. O sea, prácticamente el 75 por ciento de la población es consciente de la progresiva pérdida de calidad, y más de la mitad piensa que no contamos con una televisión de calidad.


Y digo yo: si lo tenemos tan claro ¿qué hacemos tragando tanta telebasura? ¿Por qué se mantienen los índices de audiencias de estos programas tan altos? ¿Tenemos los espectadores españoles cierta tendencia masoquista? Empiezo a creer que sí.
Para pensar un poco sobre el tema me parece especialmente este interesante un artículo de Lluis Foix, director de La Vanguardia Digital y reciente blogger, que en estas “Reflexiones sobre periodismo”no dice nada que no sepamos los profesionales, pero que muchas veces pasa desapercibido a la gran audiencia.
Como muestra un botón:

La concentración de grandes medios de comunicación es una necesidad de los tiempos. Con un riesgo añadido nada despreciable. Si se trata la masa crítica de la información y de la opinión como un gran negocio y no como una empresa para contribuir a la creación de la opinión pública desde la libertad, los resultados pueden ser muy alarmantes.
No hay manos inocentes en el periodismo. Es bueno saber que detrás, por ejemplo, de los llamados programas de tele basura hay un negocio que se basa en la necesidad de aumentar las audiencias, de improvisar contra programaciones que llevan a conseguir más anuncios y por lo tanto más beneficios.
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