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Al final el blog nos impedirá ver la blogosfera

O el árbol nos impedirá ver el bosque, como prefieran. Y digo esto porque, de hace unos meses a esta parte, estoy viendo un inusitado crecimiento de cierto ombliguismo dentro de la blogosfera para el que no encuentro una explicación lógica.
Estoy de acuerdo en que es un fenómeno fascinante de la comunicación al que tenemos que dedicar mucho estudio, pero de ahí a estar todo el día diciendo “qué buenos que somos, qué bien lo hacemos” media un abismo.
Lo cierto es que esta situación empieza a recordarme, la magnífica película de ‘La vida de Brian‘ en que, confundido con Jesucristo, a cada cosa que Brian tocaba, la gente lo veía como un milagro.
Seamos serios: la influencia no se mide ni por tu fama, ni por tu número de visitas, ni de links, ni de conferencias dadas en torno a un tema. En mi opinión se mide por las consecuencias que tus textos ocasionan. Y ya tenemos buenos ejemplos de ello como es el caso de la dimisión de Dan Rather de la CBS o, en España, del editorial pidiendo disculpas a las víctimas del terrorismo que tuvo que publicar El País en su edición de papel. Ambos casos están detalladamente explicados en: Los contenidos televisivos y el control de calidad. Los weblogs, una nueva herramienta interactiva (pdf).
Lo que no puede ser, es que cada vez que alguien utilice su bitácora como herramienta de transmisión del ejercicio de su derecho a la pataleta (y estoy convencida de que era lo único que prentendía Enrique Dans) lo convirtamos en el principio de una nueva dimensión en el que los bloggers podrían ocasionar pérdidas en bolsa a una compañía, como he leído por ahí.
Este es un magnífico medio para ejercer dicho derecho, que yo he usado en varias ocasiones, con muy buena aceptación de mi audiencia en el caso de Auna. Sin embargo, lamentablemente, las protestas de cientos de usuarios en mi blog y otros tantos no va a hacer que Auna (y el resto de operadores) sigan portándose como mafias de las sabes cuándo entras, pero nunca cuando podrás salir.
De la misma manera, que sepamos, aún no ha habido respuesta del presidente de Air Europa a E. Dans, y ya han pasado tres días desde su escrito. Los casos mencionados anteriormente tuvieron reacciones mucho más rápidas. Aunque admito que estaría encantada de retirar todo lo escrito si Air Europa decidiera pedir disculpas a los pasajeros de ese vuelo e indemnizarlos de alguna manera, como sería de justicia.
Siento actuar de abogado del diablo, pero alguien tiene que hacerlo antes de que perdamos la perspectiva.

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