Y eso es lo que ocurre cuando se lleva una película de aventuras a un festival como Cannes.
Eso no quiere decir que, aunque el propio público de Cannes le haya dado la espalda, no vaya a triunfar en todo el mundo, aunque no sea más que por la curiosidad de ver lo mal que lo han hecho.
O que los medios no vayan a bombardearnos con especiales sobre el tema.
Claro que en otros sitios promocionan la cinta con tácticas un tanto extrañas. ¿De verdad alguien cree aún que en la era de Internet se puede evitar el visionado de una película, simplemente prohibiéndola?
Pues qué pena. Una ve más, la Iglesia pierde la oportunidad de demostrar que va con los tiempos y que no se ha quedado enclada en un oscurantismo absurdo.