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Resaca por un café de 80 céntimos

Nada nuevo: los grandes titulares importan más que el fondo. Y claro, la conclusión casi unánime que saca el periodismo español de dos horas de preguntas ciudadanas a un Presidente del Gobierno es la obvia: “Zapatero no sabe lo que cuesta un café”; y por supuesto eso nos da una clara idea de lo alejado que está nuestro presidente de nosotros, el pueblo llano.


Y es que, muy lejos de quedarse en la anécdota que fue, el café de ZP ha calado hondo como resumen generalizado del programa “Tengo una pregunta para usted”, emitido por TVE1 el martes pasado, y en el que 100 ciudadanos, teóricamente seleccionados como muestra representativa de la sociedad española, tuvieron la oportunidad de plantear sus preguntas en persona al Presidente del Gobierno. Es cierto que al final sólo se formularon 42 preguntas, pero hoy sólo importa una: “¿Cuánto cuesta un café?”
Lo más fascinante de todo el asunto es que parece que hayamos descubierto de repente que un señor con residencia en La Moncloa, que se mueve en un coche blindado con chófer, que viaja en avión privado, se aloja en hoteles de cinco estrellas, come en restaurantes a diario… ¡Atención, pueblo!, este señor… ¡Vive alejado de nosotros! Pues menos mal que los sesudos análisis del día siguiente nos lo han explicado, oiga… Y no digo que en esos análisis no se hayan tocado algunos temas del resto de las preguntas (sólo nos faltaba), pero si atendemos a los minutos dedicados, pareciera que el cafelito es una cuestión de estado, de suma importancia, de interés general… Vamos, ¡como el fútbol!
He escuchado rondas informativas por todas las comunidades preguntando en los bares cuánto cuesta un café; análisis estadísticos del incremento del precio del café desde la entrada del euro, o de cuál era la audiencia en el momento de esa pregunta concreta; por supuesto, un montón de entrevistas a Jesús Cerdán, al señor navarro que hizo la pregunta, que se ha convertido de la noche a la mañana en un nuevo ídolo de masas… Y Radio Nacional ha creado hasta una cuña publicitaria con el corte de audio para vanagloriarse de que fueron ellos quienes emitieron la Pregunta del Año.
Pero dejando de lado la ignorancia mundano-cafetera de ZP, lo que más me inquieta son algunas de las críticas que se han hecho al formato del programa en sí. Al día siguiente de su emisión, opinaba un periodista de la SER que este tipo de participación ciudadana seguía una “preocupante tendencia”, en la que él vislumbraba una especie de campaña de descrédito de la profesión periodística. “Ahora parece que cualquiera puede preguntar”, decía, “y que ya no hace falta ser periodista”. No recuerdo quién era el periodista de la SER, pero sirva como ejemplo este artículo que expresa más o menos la misma idea.
Pues bien, yo no dudo de que los ciudadanos de la calle tendremos nuestras limitaciones a la hora de expresarnos, o que podemos caer en la tentación de buscar más el minuto de gloria que la información. Asumo que toda buena idea puede corromperse, pero creo sinceramente que para plantear preguntas que interesan a la ciudadanía sólo hace falta ser ciudadano, no periodista. Ya vendrán después los profesionales para comprimirnos esos 120 minutos en 80 céntimos, o para interpretar detalladamente el ritmo, los gestos o el aspecto del interrogado, o del decorado que no tenía la bandera española… Porque está claro que esas son las cosas importantes de la intervención de un político. De las respuestas a los ciudadanos apenas se habla, porque al parecer no le interesan a nadie. Y yo me pregunto, ¿están los periodistas más cerca de los ciudadanos que los políticos?
Nos merecemos otro periodismo, que escuche lo que los ciudadanos demandamos, que no es otra cosa que información sobre los temas que nos preocupan, no sobre lo que los periodistas opinan que nos interesa. Un periodismo que sea capaz de superar la anécdota y centrar el debate en los temas reales. Esos periodistas que se sienten amenazados cuando las personas de la calle piden otra información, son los que han hecho que un magnífico programa de participación ciudadana se transforme en la anécdota de un café de 80 céntimos, robándonos a todos el fondo de lo que allí se dijo. Me siento absolutamente estafado por ese periodismo de grandes titulares.
Eso sí, no me sorprendería nada que ya estén dándose de tortas para fichar a Jesús Cerdán como nuevo contertulio en algún programa televisivo. Y sin duda el abuelo Pachi daría mucho juego para una campaña publicitaria.

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