Sí, ya sé que el título original del programa es FAMA ¡A BAILAR! pero es que, dado lo visto, a mí me pega más mi versión, y si ya habíamos tenido suficientes pruebas de ello desde el comienzo de emisión, el inicio anoche de las galas no hizo más que confirmarlo.
Ya comentamos en otra ocasión que Fama era una chapuza técnica, y estaba claro que el planteamiento era el de un programa en el que no se iba a invertir mucho dinero, de ahí que los chicos no salieran de la academia, las actuaciones fueran allí, y muchas veces el realizador brillara por su ausencia.
Pero dado el éxito del programa y lo rentable que les ha salido, cabía esperar que ahora sí dedicaran algo más de medios en su paso al prime time, aunque sea del domingo. Pero parece ser que no, y ayer, en el inicio de las fastuosas galas que tantas expectativas habían creado, nos encontramos con una tarima cutre, unos cuantos focos, y una cabeza caliente que sólo pareció encontrar su rumbo en la actuación de Sergio Alcover, que por cierto con respecto a su nueva faceta de cantante sólo puedo decir…. ¡qué gran bailarín!
Lo que no parecen entender es que Fama no es Gran Hermano, que se puede resolver con un montón de cámaras remoteadas, Fama es una escuela de baile que implica una realización audiovisual mucho más compleja que cualquier otro reality. Y lo que vimos anoche en la gala fue un desastre absoluto, no sólo por los malditos vicios de los cámaras que parecen que vinieran de entrevistar a Aramis Fuster en el Aquí hay Tomate, con tanto movimiento sin sentido, sino por una realización penosa que cortaba movimiento a la mitad y parecía estar rodando un videoclip cutre para que no se vieran los fallos.
¿Lo único bueno de anoche? Ver la ilusión de los chiquillos y el subidón de adrenalina al hacer al fin lo que ellos más quieren: actuar en público.
Y por favor, que alguien le quite el café de en medio a Paula Vázquez, a ver si así se le baja un poco el nivel de excitación…