Hace unas semanas que Fox ha estrenado Mujeres de Manhattan (Liptstick Jungle), serie basada en un libro de Candace Bushnell, autora también de la columna periodística que dio lugar a la serie Sexo en Nueva York, y eso se nota.
Es una serie correcta y entretenida y al menos es de agradecer que ya no nos hagan creer que una simple periodista pueda acumular docenas de zapatos de Manolo Blahnik, y nos hayan presentado directamente a mujeres con un nivel adquisitivo muy superior a la media. Por otro lado, y salvando las distancias me ha resultado reconfortante ver como el personaje de Brooke Shields suele ir tan cargada como con el maletín, el maxi bolso y el ciento y la madre, haciéndome sentir algo menos pardilla.
De resto es más de lo mismo. Me da la sensación de que viene a seguir el cronograma iniciado con Friends y su grupo de veinteañeros, continuado con Sexo en Nueva York y sus mujeres en la treintena larga, para terminar con esta serie en la que las protagonistas se adentran en la cuarentena con los problemas que ello conlleva y alguno más. Supongo que este grupo de series terminará con un remake de Las Chicas de Oro.
Tampoco es que esperara mucho de esta serie más allá de una típica trama de amor y lujo con la que la audiencia le gusta soñar. Pero resulta un poco molesto que vuelva a caer en los mismos tópicos manidos de siempre, a saber: mujer cuyo éxito profesional le aboca a tener problemas familiares. Como si no fuera posible tener éxito en lo profesional y en lo personal simultáneamente.
Estoy de acuerdo en que efectivamente las mujeres han de pelear más para alcanzar la misma posición que un hombre en la mayoría de casos, pero ¿era necesario mostrar así a los tres personajes? ¿Acaso no podía darse la circunstancia de que al menos una de ellas si hubiera conseguido la conciliación familiar y profesional? Ah, claro, que la felicidad no vende…