Ayer leí dos noticias que me llamaron poderosamente la atención, tanto juntas como por separado. Por un lado que El regreso de Ana Rosa (22%) con la exclusiva sobre el Caso Bretón dispara la mañana de Telecinco, y del otro, que ‘Modern Family’ copa el ranking de los programas más vistos en TDT con sus cinco episodios.
Puede que no tenga mucho sentido, pero a mí estas noticias me hacen pensar. Lo primero lógicamente fue la repulsión hacia la morbosa curiosidad que hay en la audiencia por saber los detalles más cruentos de la muerte de Ruth y José. Algo que las televisiones, y sus responsables, han sabido aprovechar hasta tal punto, que han hecho regresar de sus vacaciones a las estrellas matinales de Telecinco y Antena 3. ¿Creéis que habrían vuelto de haberse producido la noticia del rescate de España? Ya os digo yo que no.
De la otra parte, y como parte de esa bipolaridad que muchos nos permitimos como espectadores (algún día os contaré mis productos televisivos inconfesables), la comedia “Modern Family” parece estar entre las favoritas de todos. Es totalmente comprensible, que en estos momentos necesitemos la sitcom para olvidarnos de las malas noticias económicas de cada día, pero, me gusta especialmente que sea con este producto, que es una comedia de altísima calidad, en sus guiones, interpretaciones y planteamientos.
Me alegra saber que productos baratos y de calidad dudosa como “Aída” o “La que se avecina” (podéis tirarme tomates en los comentarios), fundamentados en la copia de chistes a productos extranjeros, o en el humor de “caca, culo, pedo, pis”, y que además copan unas buenas horas de las parrillas de algunos canales, ya no parecen ser los favoritos de los espectadores.
Os parecerá exagerado, pero para mí es casi una luz al final del túnel.
La TDT en muchos sentidos ha supuesto un buen fracaso, sin embargo, poco a poco vemos que los canales temáticos van encontrando su hueco, y se aprecia una mayor diversidad. ¿Hay mayor calidad de contenidos? Tampoco exageremos, pero al menos sí se aprecia mayor variedad de contenidos. Para mí, al menos, es la señal de que tal vez no haya que desmantelar la televisión, aunque en última instancia, no sé si queda otro remedio.