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Telebasura en verano: más de lo mismo, más de lo peor

Hoy es fiesta local en Málaga, y eso me ha permitido echar un somero vistazo al programa de Cristina Tárrega en Antena 3, Mirando al mar. Y con lo mal que huele parece más bien que estuviéramos mirando a un estanque nauseabundo.
Tras comprobar que es más de lo mismo, y que se recurre a los mismos temas una y otra vez, oigo, para mi sorpresa como de repente los periodistas, enojados, se ponen a comentar la noticia de que a Rocío Jurado se le han sacado unas fotos (obviamente sin su permiso) en la habitación del hospital en la que se recupera de su intervención quirúrgica.
Y claro, yo empecé a ver la luz al final del túnel. Parecía que al final alguien iba a criticar una actuación periodística. Que alguien iba a admitir que eso era ir demasiado lejos, vulnerando el derecho a la intimidad de una persona: enferma o no, famosa o no.


Pero bajé de mi nube cuando continué escuchando que el problema no era que se le hubieran sacado las fotos, sino que dichas tomas habían sido realizadas por alguien ajeno a la tribu: un no periodista. Un simple empleado sustituto del hospital. Y claro, cuando los cuartos por la venta del material se los llleva otro, ahí si que nos duele. Y empezamos a hablar del derecho a la intimidad, que parece ser sólo podemos conculcar los periodistas.
Estoy realmente convencida de que, de haber sido un paparazzo quién hubiera sacado estas imágenes, más de uno de estos periodistas que han criticado al pobre diablo del hospital, habría defendido a capa y espada a su compañero, y lo hubiera felicitado por conseguir lo que otros no habían conseguido.
Ayer volví a ver un trozo de la genial película Primera Plana, y cada vez tengo más claro que nos hemos convertido en la caricatura que Billy Wilder dibujó sobre los medios.
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