Confieso que cuando vi el programa de las Jornadas de Granada me atrajo, entre otros aspectos, por la presencia de Richard Stallman, a quien nunca había visto en directo y del que esperaba escuchar contenidos interesantes, dado que se le considera un gurú, cualquiera que sea el significado del término.
Bien es cierto que habría ido de cualquier modo porque me lo pidió una amiga y éstas son las cosas que se hacen por los amigos.
Pero nada más lejos de la realidad. La primera fue en la frente, ya que ante el retraso de apenas 20 minutos que llevaba el comienzo de su mesa (algo habitual en estos eventos), el tipo amenazó con irse, cual diva del espectáculo indignada por la ofensa de que le hicieran esperar.
Pero la cuestión no quedó ahí, sino que además batalló para que quitaran del atril el Macbookpro que habían puesto para Adolfo Plasencia, no fuera que le relacionaran con el instrumento del diablo que le debe parecer Steve Jobs (y todos los súbditos que por allí andábamos.
Pero todo esto no sería más que las ínfulas de un gurú carentes de toda importancia (que por otro lado se le permiten por su valiosa aportación a la sociedad, que nadie cuestiona). Ya digo, insustancial sino fuera por el hecho de que, tras tanto circo, no contó nada interesante.
Dedicó su ponencia a contar qué términos no usa como por ejemplo “web 2.0”, “propiedad intelectual” y otros tantos. Y a describirnos el negro futuro que se nos avecina en el que seremos dominados por las máquinas. Pero soluciones, ninguna.
Yo entiendo que esto de ser gurú debe ser agotador, pero ya que se pasa el día de tournée a costa de eventos subvencionados por dinero público por lo menos podía currárselo un poco más, que no se puede vivir toda la vida de las rentas del pasado.
Y sí, he escogido la foto con toda intención, aunque cuando disparé no sabía que no quería ser fotografiado con un Mac.
Ahora, fanáticos del software libre y sus deidades, machacadme. Estoy lista.
Nota: Javier Barrera también escribe sobre el gurú.