Estos primeros días han sido un poco de adaptación, tanto a la ciudad como a la residencia universitaria en la que nos encontramos, y de las que ya os iré contando algunas cosillas.
La experiencia, como no podía ser menos, está siendo muy interesante, sin embargo aún no me he enamorado de esta ciudad, con lo enamoradiza que yo soy geográficamente hablando. Pero dejemos pasar los días, a ver qué tal 🙂
Por otro lado tengo que decir que los seuleses son tremendamente amable, aunque algo que ya sabíamos es que no muchos hablarían inglés. Al principio nos sorprendía ver que personas que trabajan en centros comerciales en tiendas importantes, no hablaban palabra de inglés. En este grupo tenemos dos tipos: el que cuando le preguntas si hablas inglés, directamente te pone cara de estreñido y dice que no y cruza los brazos al más puro estilo “Factor X”, o el que dice “a liral”, y por tanto ya sabes que tampoco habla ni “flowers”. Pero terminas entendiéndolo cuando te das cuenta de que tú no eres capaz ni de aprender a decir “hola” en un coreano decente… pero sigo intentándolo. Al menos el “gracias” ya me sale bien. Por contra, ese 1% por ciento que habla inglés en seguida se te acerca cuando te ve con cara de despiste y te ayuda.
Una de las mejores cosas de esta ciudad es la sensación de seguridad. A pesar de llevar la pegatina de turista y guiri en la frente, jamás tienes la más mínima preocupación, ni en el metro (que rara vez va abarrotado), ni en las calles más recónditas, ni en ningún sitio. Lo cierto es que no nos prestan mucha atención, o al menos esa sensación da.
Os seguiré contando cosillas, pero os dejo aquí una foto del impresionante Palacio Changdeok, que a pesar de la lluvia, disfrutamos muchísimo.
Seul: