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‘House of Cards’ y mi historia de odio-amor con ella

Esta semana he terminado de ver la primera temporada de House Of Cards y he de decir que me ha dejado con la boca abierta.

Admitámoslo,  el año ha sido muy flojo de estrenos y tampoco teníamos mucho más a que agarrarnos. Además reconozco que el primer capítulo me dejó un poco fría. Tanto abuso de ruptura de la cuarta pared me resultaba cansino e incluso a mitad de temporada llegue a publicar un tuit que hoy parece un poco injusto:

Era una serie con altibajos narrativos, pero con una producción impecable y un casting excepcional a pesar de Kate Mara a quién no termino de creerme.

Con Kevin Spacey la cosa cambia. He sido una fiel admiradora desde la primera vez que lo ví, y tanto es así que fui a Londres a verlo actuar en ‘Inherit the Wind’. Pero a lo largo de los años me ha ido cansando un poco, y en Londres no podía dejar de pensar que no conseguía ver al personaje y sólo veía a Kevin Spacey interpretando a un señor demasiado mayor. Ocurre con algunos actores: el exceso de carisma diluye su personaje, y sólo consigues ver al actor. También me ocurre a veces con Meryl Streep o Robert De Niro.

En esta ocasión he reconocer que tal vez me precipité, o simplemente la serie se ha ido creciendo capítulo a capítulo a medida que iba desgranando la auténtica trama, los oscuros intereses del congresista Francis J. Underwood, y como no de su esposa Claire, interpretada por la estupendísima Robin Wright.

No quiero contraros nada del argumento y sólo os diré que si aún no habéis visto House of Cards, os la recomiendo sin reservas, y si la habéis visto, espero que dejéis por aquí un comentario y me contéis qué os ha parecido.

 

 

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