Eugenia está ofendida, se siente traicionada, y todo porque en vez de engañar como tenía previsto a la prensa rosa, final y supuestamente ha sido ella la engañada.
Lo cierto es que esta historia me interesa tanto como que me arranquen la piel a tiras. Sin embargo es imposible abstraerse de ella cuando, pongas el canal que pongas, y a la hora que sea, se está hablando del tema.
Pero lo que me ha llamado poderosamente la atención de este asunto es haber oído en televisión cómo se explicaba que efectivamente la chica se siente engañada. No porque no haya hecho dicha entrevista, y no porque no sea cierto lo que en ella se dice, sino porque no se ha publicado en el modo en que ella pretendía, es decir: como filtración, y en tercera persona.
O sea, como si hubiera sido una amiga la que se va de la lengua y larga todas estas cosas a un periodista. Jugada perfecta: ella mantiene su aristocrática dignidad no rebajándose a hablar con la prensa canalla, pero sí que hace las declaraciones engañando a los lectores y pretendiendo que sea una filtración.
Sí el periodista Diego Arrabal la engañó (algo que aún no se ha demostrado y que él niega tajantamente), no seré yo quién le defienda. Pero está claro que dónde las dan toman y, señorita Eugenia, como diría un castizo: ajo y agua.
Dios te oiga…
Bueno, yo veo dos lineas de discusión aquí. Lo sorprendente es que una persona publique una entrevista obtenida de forma a casi todas luces ilegal (suplantando la identidad de otra persona) y para muchos “periodistas” la cosa sea tan normal y la “culpable” es la duquesita.
Todo vale, y no se si será esta vez pero el tufillo rosa acabará explotando por algún sitio de forma gorda, porque cada vez están más hardcore.