Cristina Alberdi ha anunciado hace unos minutos que abandona el partido socialista, y lo extraño es que no me sorprende.
Puedo decir que pertenezco a esa inmenso grupo de indecisos que en las elecciones termina votando a quién le parece más honesto, independientemente de su color político. Porque ya no se trata de estar de más o menos de acuerdo con la izquierda o la derecha, cuyas diferencias son más ténues cada día, sino de intentar acertar con la persona que menos está mintiendo, y más promesas electorales es capaz de llevar a cabo.
Sin embargo de un tiempo a esta parte me pregunto si los españoles tenemos una alternativa seria de Gobierno. Cuando el Partido Popular ganó sus primeras elecciones fue en gran medida por el hartazgo de la ciudadanía de los casos de corrupción que se habían generado en el seno de PSOE, y no, reconozcámoslo, por el carisma de un casi desconocido José Mª Aznar, quién sin embargo con el tiempo ha conseguido hacerse con el respeto de una buena parte del electorado.
Por el contrario, el PSOE no ha dejado de dar palos de ciego con candidatos que no han sabido hacer frente ni oposición al Gobierno. Y no me refiero sólo a nivel nacional, sino también municipal. Sin ir más lejos, aquí en Málaga, la alternativa presentada al más que cuestionado Francisco de la Torre (PP) resultó ser una mujer cuyo nombre los malagueños tardaron semanas en aprenderse (Marisa Bustinduy), y lo que es peor: un tipo de mujer de las que conoces en una fiesta y al día siguiente no la reconoces por la calle porque no tiene un ápice de carisma.
Creo firmemente en la alternancia en el poder. No sólo de los gobernantes, sino de los partidos, y me gustaría poder ver en el PSOE una alternativa al agotamiento del gobierno popular. Pero de momento, ese no es el caso.
Cristina Alberdi tiene razón: o el PSOE espabila, o volverá a perder las elecciones.