En ocasiones los blogueros televisivos hablan de sus placeres culpables o guilty pleasures, término con el que normalmente se refieren a aquellas series que les encantan a pesar de ser manifiestamente malas o muy básicas, o con muy poco destacable. Yo tengo que confesar que me río con 2 Broke Girls a pesar de ser la versión sitcom y mala de Sex in The City, con un humor que nosotros llamaríamos de “caca, culo, pedo, pis”, pero que los americanos resumen en repetir “vagina” (léase: vachaina) veinte veces en cada capítulo. Pese a todo me río con ella, y por eso he visto cada capítulo con un poco de remordimiento…
Pero no es ése el placer culpable del que vengo a hablaros hoy, sino de algo muy distinto, el placer del voyeur, del que espía la vida de otros como a través de una mirilla. Eso es lo que me ocurre con Dates, serie británica de Channel 4 que se estrenó en junio de este año y cuyos capítulos he devorado como si hubiera sido el único estreno del año. Y no lo ha sido, pero casi.
Porque lo cierto es que la series de abogados, zombies, doctores y periodistas están muy bien, pero Dates no va de eso. Va de personas normales y sus vidas normales. Y eso es lo que me fascina de estos productos en los que simplemente nos cuentan la vida de gente como nosotros (salvando las distancias), sin asesinatos, explosiones o enfermedades exóticas.
Ya me pasó con In treatment, otro gran producto que Estados Unidos adaptó de su original israelí. Dates en ese sentido es similar porque, aunque en cada capítulo vemos como trama principal la historia de una pareja concreta, aprovechan las tramas secundarias para mostranos los cruces entre sus personajes.
No quiero contaros más. No quiero desvelaros nada. Sólo os pido que, si aún no la habéis visto, corráis a vuestro “proveedor de series” más cercano y difruteis de esta pequeña joya estival.