Nota: Si no sabes lo que es un podcast, tal vez deberías empezar por aquí: ¿Qué es un podcast? (artículo en Podcastellano)
Hace unos días, en la lista de correo de podcast-es, surgió un brevísimo hilo titulado “podetiquette”. Para entendernos, una especie de “manual del buen podcaster”, al estilo de esas normas de buenas maneras que se ven con frecuencia al suscribirse a listas de correo y otras redes sociales.
Antes incluso de que se iniciara el debate, el Decálogo de podetiquette publicado en Podcatalà zanjó definitivamente el tema (aunque probablemente sin pretenderlo), y a falta de mayor oposición entiendo que, en general, la comunidad aceptó como válido lo expresado en dicho artículo; y eso seguramente quería decir que seguir esos diez puntos podría ayudarme a tener un podcast mejor.
Tras leer el artículo, mi primera reacción fue entonar un sentido mea culpa y agachar la cabeza avergonzado por incumplir casi todos los puntos: mi frecuencia es anárquica y mi regularidad inexistente, y de vez en cuando desaparezco del mapa podcastero sin previo aviso; tampoco tengo promo, y a duras penas he superado el número mínimo de episodios para que mi podcast sea considerado como tal según dicho decálogo. Resumiendo: soy de lo peor…
Pero una vez superado ese momento incómodo de autoflagelo, se despertó mi lado revolucionario para rebelarse contra algo que, siendo esencialmente buenos consejos, no dejan de suponer un cierto limite a la creatividad y a la libertad que, para mí, el podcasting representa como nuevo medio de comunicación. Por eso me he decidido a elaborar mi propio decálogo que, por supuesto, tampoco pienso cumplir:
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