Los muertos de guerra suelen caer pronto en el olvido. Pero los familiares, compañeros y amigos de José Couso no olvidan y no perdonan. Han decidido que han de luchar, y no cejarán en su empeño hasta averiguar lo que pasó aquel maldito día en Irak.
La muerte de cualquier persona en un conflicto bélico es siempre una desgracia. Pero la muerte de un periodista es también la muerte de un testigo, la muerte de un pedazo de verdad.